A los miembros de mi generación nos hicieron creer que las necesidades básicas del ser humano eran infinitas. Y nosotros lo creímos. Crecimos en la abundancia y en la panacea del capitalismo. Recibimos una educación competitiva que nos preparó para un mundo laboral próspero.
En igualdad, hombres y mujeres, nos convertimos en individuos autónomos, independientes y autosuficientes, dentro cada uno de su burbuja de bienestar y consumo. Viviendo a un ritmo frenético y sin tiempo para reflexionar. Sin ninguna responsabilidad social, conceptos cómo solidaridad, colectividad o comunidad nos sonaban lejanos y rancios.
Y de pronto, la burbuja nos ha explotado en la cara. Hemos quedados expuestos a la cruda realidad. Desprotegidos de la etiqueta de "primer mundo" en la americana, confeccionada en Bangladesh por El Corte Inglés.
No damos crédito. Ni las instituciones financieras nos lo conceden a nosotros, ni nosotros podemos asumir esta nueva situación. Somos incapaces de afrontar la pérdida de los valores aprendidos. Algunos todavía apelan al argumento de que se trata sólo de una época de cambios cuando, lo que realmente acontece, es un cambio de época.
Nos avergüenza. Perder el puesto de trabajo, el coche, la vivienda, pedir ayuda a familiares, reciclar ropa usada, recibir caridad, rebuscar en el contenedor de la basura,... Ocultamos nuestra verdadera situación a amigos y conocidos creyendo que no serán capaces de entenderla. El sentimiento de culpa nos invade y paraliza. El tiempo se ralentiza; esperar en la cola del paro, en la sala de espera de la ETT , en la puerta del colegio, en el banco del parque, en el sofá de casa,...
No somos culpables de esta situación. Pero si somos responsables de nuestra reacción ante ella. Reaccionar significa: recuperar la dignidad perdida, despojarse de la vergüenza adquirida y mirar hacia el futuro como miembro consciente de esta sociedad. Eres un ser humano capaz y único. Ni mejor, ni peor que otros, digno y merecedor de todo el respeto. Siéntete con capacidad para tomar tus propias decisiones y asume que eres responsable de cada una de tus acciones. Tu manera de actuar puede servir de ejemplo a otras muchas personas que están en tu misma situación.
¿Conseguiremos así salir adelante? No lo sé. El futuro es incierto. Sólo sé que no me quedaré de brazos cruzados: gritaré, patalearé, escribiré, me movilizaré, me haré visible. Controlaré el ritmo de mi vida y dirigiré mis esfuerzos en la dirección que yo decida. Luchando por cubrir las necesidades básicas, que son mínimas, de mi familia, de mi comunidad y de mi pueblo.
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